La escuela cultural campesina que defiende las raíces de la ruralidad en Usme

En la localidad de Usme, en la vereda Los Soches, donde se difumina la frontera entre lo urbano y lo rural, hay una finca que desde hace 13 años funciona como Escuela Cultural Campesina.

El lugar, rodeado de hermosos paisajes conformados por montañas, es hoy un punto de encuentro y aprendizaje para más de cincuenta familias campesinas que comparten sus saberes con la siguiente generación, para garantizar su permanencia en el territorio, así como sus costumbres.

“La defensa es por vivir de manera tranquila, en nuestra ciudad y con nuestra forma de vida, que es la campesina (…) muchas veces nos hablan de la protección del territorio como zona de reserva, pero sin campesinos, cultivos y/o ganado. Mantener el territorio con sus costumbres es una lucha constante, porque siempre nos han querido sacar. Arriba están las zonas de reserva, abajo la expansión urbana, y nosotros, ahí, ‘ensanduchados’". Así lo explica Martha Alejandra Villalba Contreras, fundadora de la Escuela Cultural Campesina Los Soches y lideresa por los derechos de los campesinos y las campesinas.

“Amo vivir en este territorio porque eso fue lo que me enseñaron. Llevo 40 años viviendo acá y mis padres han liderado en varias ocasiones la Junta de Acción Comunal y se han opuesto a la expansión urbana y a que nos saquen de la vereda”, cuenta Villalba.

De hecho, su padre es el fundador del Agroparque Los Soches, un proyecto turístico con 30 años de trayectoria que se ha convertido en una figura territorial para evitar la expansión de proyectos urbanísticos, conservar el medio ambiente y la cultura tradicional campesina.

El ejemplo de sus padres y una mala experiencia su niñez, cuando pasó de estudiar en la escuela de la vereda a un megacolegio en la localidad de San Cristóbal, fue la motivación para estudiar, años después, Licenciatura en Etnoeducación y a liderar el proyecto de la Escuela Campesina.

“Queremos visibilizar, recuperar y preservar toda nuestra cultura, así como mostrarla y enseñarla a las nuevas generaciones. Trabajamos el arraigo territorial y cultural en los niños, niñas y jóvenes, porque la problemática estructural que hay en el campo es que la juventud lo abandona y se está envejeciendo desde hace ya varios años, porque los chicos no ven opciones de vida”, explica la lideresa.

“Todo el tiempo se nos ha hecho pensar, bajo un ejercicio de poder y de hegemonía frente al campesinado, que somos ignorantes y pobres, inferiores al ciudadano de la zona urbana. Eso es lo que queremos cambiar, que nos articulemos y nos sintamos orgullosos de nuestras raíces campesinas y que eso se pueda transformar en proyectos de vida el los territorios, que surja desde dentro y que haya calidad de vida en el territorio rural”, dice Martha Alejandra.

Con este objetivo tienen dos programas insignia con dos grupos de impacto. Uno es el Semillero de Saberes Campesinos, al que pertenecen cuarenta familias. Se trata de un espacio en el que los mayores y mayoras del territorio le enseñan a niños y niñas cómo hilar, cómo esquilar una oveja, cómo sacar la papa, cómo enjalmar un caballo, y en general, todas las prácticas campesinas, incluidas la música, la danza y liderazgo.

El segundo programa es el de Campesinitos, enfocado a la primera infancia, en el que participan quince familias. Allí los niños y niñas aprenden a hacer una articulación intergeneracional en la que las personas mayores también se pueden nutrir de la curiosidad de los más jóvenes y generar un diálogo que permita que haya un relevo generacional bien encaminado.

Próximamente, también habrá un espacio para quince mujeres donde trabajarán en alfabetización digital, excusa que las mujeres y niñas campesinas hablen de sus realidades. “El tema de género es transversal para nosotros, pero queremos tener un espacio específico para dialogar entre mujeres y para las mujeres campesinas”, dice Villalba.

La escuela, reconocida por el premio Es Cultura Rural

Para esta mujer, sacar adelante el proyecto de la escuela ha sido un gran reto, pero también una apuesta personal por quedarse en la vereda. “Porque quiero seguir aquí, poder tomarme un aguapanela en el balcón y ponerme a trabajar en lo que me gusta”, afirma Martha Alejandra.

El amor y la entrega por su trabajo fueron reconocidos el año pasado al ganar el premio Es Cultura Rural en la categoría de mediana trayectoria. Esta es una apuesta de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte para fortalecer, mediante el portafolio de estímulos, los procesos culturales, artísticos, patrimoniales y recreo-deportivos de las comunidades rurales de Bogotá.

“Participar del Premio Es Cultura Rural fue toda una odisea acá en la ruralidad porque todos queríamos ganarlo. Fue una apuesta muy bonita e interesante. Mi papá también fue ganador, pero con su proyecto del Agroparque Los Soches, en larga trayectoria, y ha sido muy lindo ver cómo se retribuye el trabajo que campesinas y campesinos hemos realizado en nuestro territorio, porque esto nunca pasa”, dice Villalba.

La Escuela Cultural Campesina Los Soches es un ejemplo digno de lo que se conmemora en el Día de la Lucha Campesina, fecha designada el 17 de abril para hablar sobre la defensa de la soberanía alimentaria, de la tierra y de las semillas locales, entre otros temas de agenda para abogar por los derechos de campesinos y campesinas.

“Como docente estoy convencida que es con la educación que se generan los cambios estructurales, por eso trabajamos con los niños y niñas desde la primera infancia. Las luchas en Usme han sido por el territorio y por el agua, y por mantenernos en la ciudad, pero esa en la que vive la estufa de carbón, en la que está la vaca, la quebrada y el bosque detrás de la casa”, afirma la lideresa campesina.

El próximo objetivo de esta escuela es ampliar su zona de impacto mediante la instalación de nodos de saberes campesinos en otras veredas de la localidad, donde se hagan tangibles los diálogos de saberes y experiencias.