Catalina Valencia
Foto: Idartes

Aprendizajes del III Festival de Arte y Memoria por la Paz, Ciudad Deseo

Dentro de las muchas motivaciones que cualquiera puede encontrar para dedicarse a crear, hay una cuya importancia social vale la pena destacar, pues a través de ella conseguimos sostener en el tiempo las conversaciones que para un contexto específico fueron necesarias, relevantes, indispensables. Me refiero a aquellas creaciones motivadas por el deseo de conservar en la memoria hechos, historias, vivencias y experiencias. Me refiero a aquellas creaciones motivadas por el deseo de conservar para las generaciones futuras una idea de lo que fuimos, para permitirles a quienes exploren el presente desde el mañana encontrar pistas que ayuden a comprender la desbordante inmensidad de causas y efectos, la múltiple diversidad que constituye cualquier narrativa.

Ese tipo de creaciones son las que dan forma, las que laten y alientan, y las que se presentaron la semana pasada en el III Festival de Arte y Memoria por la Paz, Ciudad Deseo. Desde varias formas de expresión, audiovisuales, gráficas, textuales, se presentaron obras que reflexionan sobre la importancia de recordar, sobre la necesidad general, y específica para el momento actual de la historia colombiana, de acercarnos al pasado para desentrañar sus relaciones, para entretejer con él nuestro presente y leerlo a la luz de la creatividad, el ingenio, y los recursos que nos permiten apropiarnos de lo que fuimos para pensar en quienes somos y en quienes queremos ser. Durante tres días Bogotá volvió a ser el centro de estas reflexiones, demostrando de nuevo que es la capital donde las conversaciones fundamentales encuentran su eco y su amplificador.

Hay, además, otro tema que en el III Festival de Arte y Memoria por la Paz es protagonista y que dialoga con una de nuestras apuestas desde la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte y desde la Alcaldía Mayor: la idea de que con el arte podemos crear una cultura de paz. Esto es pensarnos una cultura donde todas las relaciones sociales estén pensadas, por ejemplo, desde el respeto fundamental a la vida y la no violencia. Esto es pensarnos una cultura donde todas las voces en sus riquísimas diversidades tengan posibilidad de ser protagónicas y agentes transformadores. Este es pensarnos una cultura que comprende las dinámicas locales para expandirlas y apoyarlas en los retos cotidianos y que de esa manera consigan conectar la vida comunitaria con el futuro que estamos construyendo.

El III Festival de Arte y Memoria para la Paz, Ciudad Deseo, nos reafirma en todas esas potencias de la cultura, y nos convence de que vale la pena seguir siendo el centro de estas conversaciones. Para que cada vez más personas sumen su talento transformador al proyecto común del futuro que soñamos, para que cada vez más personas sean protagonistas de esta creación y así Bogotá tenga muchas más historias que contar.

Feliz semana.

Catalina Valencia Tobón

Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte

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