Esta leyenda es de tiempos de la colonia en Santa Fe de Bogotá. La negra Juana García era muy apreciada y querida por las señoras de la ciudad. Dicen que se dedicaba a la hechicería.
Juana tenía dos hijas que había traído de Cartagena. Cuentan que la negra Juana García era terriblemente chismosa y que tenía una necesidad insaciable de averiguar lo que pasaba en todo el mundo.
Una noche, helada y oscura, solamente se oía el lejano chisporroteo de las estrellas remotas, salió Juana furtivamente de la casita que tenía en el barrio de Las Nieves y pegó con todo sigilo, en cuatro o cinco esquinas de la capital, unos avisos con la siguiente leyenda:
"Ayer, después de medianoche, se perdió la nave capitana en el paraje de la Bermuda, y se ahogaron Góngora y Galarza, y el general con toda la gente".
A la mañana siguiente, la ciudad hervía de comentarios y murmullos. Todos recordaban que hacía apenas unos pocos meses habían salido de Santa Fe, con grilletes en los pies, remitidos a España por cometer injusticias.
Todos sabían que más o menos por esas fechas los presos irían navegando por las Antillas, a bordo de la nave capitana. Pero de ahí a saber, que la noche anterior se hubiera hundido la nave en el Triángulo de las Bermudas, era casi imposible...
Muchas cosas raras ocurrían en aquél tiempo. Llegó un día a la casa de Juana la señora doña Guiomar de Sotomayor, quien mientras su esposo don Hernando de Alcocer estaba de viaje, se dedicó a gozar de la vida. Sus descuidos hogareños e infidelidades resultaron en un embarazo no deseado. Cuentan que, por esta razón, decidió ir a consultarle a Juana.
La negra Juana le dijo que colocara esa noche en su habitación una vasija con un poco de agua, y que al día siguiente ella le daría soluciones para que su esposo no se enojara al saber que estaba embarazada de otro.
La esposa infiel hizo lo que su comadre le encomendó. A la noche siguiente llegó Juana y Guiomar la llevó a su cuarto para que, a la luz de una vela, mirara el agua de la vasija y le dijera en qué andaba su marido. Lo que vieron las sorprendió.
El hombre se encontraba con una mujer mucho más bella que su esposa. Juana la identificó como La Española. La pareja estaba donde un sastre, que le estaba haciendo un hermoso vestido a la mujer.
Cuando el sastre cortó una manga del vestido que hacía, Juana en cuestión de segundos ya tenía un trozo de tela en su poder. Las dos mujeres se quedaron viendo un rato en la vasija.
Juana le dijo a su comadre que no se preocupara, que su esposo se demoraría más tiempo en llegar a Santa Fe. La mujer, muy contenta guardó la manga del vestido que Juana que había quitado al vestido de La Española en un baúl.
Cuentan que al cabo de cierto tiempo, volvió el marido de Guiomar a su casa, lleno de regalos para su esposa, mientras que el hijo de la mujer crecía. La esposa le reprochó su infidelidad con La Española y le contó cómo se había enterado.
El hombre enfurecido, cogió la manga del vestido que su esposa guardaba, lo llevó al obispo de Santa Fe que también era juez inquisidor, inició juicio contra Juana García y sus hijas y otras personas más.
La pobre negra confesó todo y además dijo que ella había puesto los avisos de la muerte de los dos jueces años atrás, porque ella había volado hasta las Bermudas y había visto el naufragio con sus propios ojos.
La pusieron en el atrio de la iglesia de Santo Domingo, a horas de misa mayor, en un tablado, con una soga al cuello y una vela encendida en la mano. La gente, o sea sus antiguos clientes, le gritaban: "¡Bruja! ¡Bruja!" Y ella lloraba: "Todas, todas lo hicimos, y yo sola lo pago". Posteriormente fue expulsada del Nuevo Reino.
Dicen que Juana en su confesión contó que cuando fue al Triángulo de las Bermudas, donde se hundió la capitana (el barco), se echó a volar desde el cerro que está a detrás de la iglesia de Nuestra Señora de Las Nieves. Durante mucho tiempo se llamó a ese cerro "Juana García", o "el cerro de Juana García". Hoy se llama "Monserrate".
